MENSAJE DEL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO 2009 Por Robert Lepage
Hay numerosas hipótesis sobre los orígenes del teatro, pero la que más me interpela tiene forma de fábula.
Una noche, en tiempos inmemoriales, un grupo de hombres se habían reunido en una cantera para calentarse alrededor del fuego y contarse historias. De pronto, uno de los hombres tuvo la idea de levantarse y usar su sombra para ilustrar su relato. Usando la luz de las llamas hizo
aparecer personajes inmensos en las paredes de la cantera. Deslumbrados, los demás diferenciaron al fuerte y al débil; al opresor y al oprimido; al dios y al mortal.
Hoy en día, la luz de los proyectores ha reemplazado al fuego original, y la maquinaria escénica, al muro de la cantera. Y por mal que les pese a algunos puristas, esta fábula nos recuerda que la tecnología está en el origen mismo del teatro y que no debiera ser percibida como una
amenaza sino como un elemento aglutinador.
La supervivencia del teatro depende de su capacidad para reinventarse integrando la nuevas herramientas y los nuevos lenguajes. Si no, ¿cómo podría el teatro seguir siendo testigo de las grandes apuestas de su época y promover el entendimiento de los pueblos, si no da él mismo prueba de apertura? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas de la intolerancia, exclusión y racismo si, en su propia práctica, se resiste a todo mestizaje y a toda integración?
Para representar el mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer formas e ideas nuevas, y tener confianza en la inteligencia del espectador, que es capaz de distinguir la silueta de la humanidad en este perpetuo juego de luz y sombra.Y es cierto que de tanto jugar con el fuego el hombre corre el riesgo de quemarse, pero también la posibilidad de deslumbrar e iluminar.
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